Los árboles singulares destacan por ciertas características (edad, tamaño, historia, significación cultural o rareza) que les hacen merecedores de un especial cuidado y protección, por lo que constituyen parte del patrimonio natural.
Se establecen zonas de protección a su alrededor, cuya extensión varía según el paisaje, las especies asociadas, los peligros potenciales y otros factores.
Para cualquier clase de protección debe pedirse un permiso a la administración competente.
Para los casos en que alguien daña los árboles catalogados de singulares, las leyes estipulan sanciones.
[3] Los inventarios de árboles monumentales y singulares son abiertos, ya que se pueden incorporar continuamente nuevos ejemplares o eliminar los muertos.