Abel I de Dinamarca

Falleció dos años más tarde en una revuelta de los frisones.

A pesar de esto se difundió entre las gentes la idea de que Abel había ordenado matar a su hermano; se tiene constancia de esto por la expresión popular Abel por nombre, Caín por sus actos (rima en danés: Abel af navn, Kain af gavn).

Según la leyenda los monjes escuchaban extraños sonidos provenientes de la iglesia durante las noches.

Decían que después temían entrar, y creían que el espíritu solitario de Abel I salía de su tumba y caminaba por la noche.

Se dice que el fantasma no encontró descanso durante mucho tiempo y que se ha visto a su alma con un rostro negro, cabalgando un corcel blanco y atravesando los bosques, de caza.