Por lo tanto, el conocimiento y la cultura local se pueden considerar como parte integral de la biodiversidad agrícola, ya que es la actividad humana de la agricultura que da forma y conserva la biodiversidad.
Ha permitido a los sistemas agrícolas evolucionar desde que la agricultura se desarrolló por primera vez hace unos 10.000 años.
La adopción de prácticas agrícolas basadas en la biodiversidad, sin embargo, no se basa únicamente en los servicios y el valor que la sociedad en su conjunto obtiene de tales funciones.
Esto implica una sobreexplotación de la biodiversidad, lo que impone costes excesivos en la sociedad en general, ya que esto se traducirá en niveles subóptimos o inadecuados de conservación.
Con este descenso, la biodiversidad agrícola está desapareciendo; la magnitud de la pérdida es extensa.