Se formó como jurista en Montpellier, pero prosiguió sus estudios en París con la efímera ambición de concurrir a la École des Chartes.
Tuvo en custodia La Neva, de Louis Dumur, que apareció en San Petersburgo y en sus catálogos figuraban fondos de traducciones al francés desde poetas decadentes portugueses a Henrik Ibsen.
Los numerosos procesos judiciales a causa de las polémicas obras que publicaba terminaron por dar al traste con su fortuna y su editorial y vendió su fondo a la editorial Stock.
Entonces se dedicó a la traducción pasando días enteros en la Biblioteca Nacional; llegó a traducir (de forma libérrima, pero con buen estilo) casi cien títulos: del inglés al francés (Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle, Rudyard Kipling, Thomas de Quincey, Theodore Roosevelt, Oscar Wilde, Algernon Charles Swinburne, Andrew Carnegie) y del español y catalán al francés (por ejemplo, El comendador Mendoza de Juan Valera (1885) y obras de Emilia Pardo Bazán, Narcis Oller y el citado Jacinto Verdaguer.
Escribió además crítica literaria importante, como Les Etapes d'un naturaliste, impressions et critique o Le Naturalisme en Espagne (París: E. Giraud, 1886) -"El naturalismo en España"-, donde interpreta que "el Naturalismo en España fue siempre espiritualista, a menudo católico y jamás pesimista"; también colaboró en La Nouvelle Revue y publicó une suerte de autobiografía, Mes procès.