Antonia María Verna

La mayoría de los estados en los que se dividía la península itálica estaban ligados a dinastías consideradas como «no-italianas», entre ellas los Habsburgo y los Borbón.

Por medio de acuerdos con la Santa Sede en 1741 y en 1742 el rey logró limitar los privilegios eclesiásticos y afirmar la jurisdicción del Estado en muchos campos, mientras tuvo que comprometerse en una rígida defensa de la ortodoxia.

Rivarolo es una aldea agrícola ubicada a 31 km al norte de Turín, sobre la orilla derecha del río Orco.

En este ambiente Antonia vivió sus primeros años de vida, años que se supone hallan sido serenos y activos, así como lo dicta la tradición popular y su primer biógrafo, el padre Francisco Vallosio.

Antonia, para escapar de todas las pretensiones que le tenían (su tío Juan Ludovico le daría 50 liras cuando se case, una cantidad grande para un pueblo así) decidió alejarse de Pascuaro, probablemente hacia Rivarolo.

Dejó, como costumbre de la época, toda su fortuna a sus hijos varones, y un poco para Antonia.

Según la historia, el capellán de Pascuaro, el padre Bartolomé Farina, empezó a mostrarle algunas hostilidades, y le puso trabas en el camino, con lo que revivió los problemas en la familia.

Al final, Antonia, entre 1798 y 1802, se fue a Rivarolo, en donde su actividades no cambiaron.

Para prepararse para su misión comenzó a frecuentar la Escuela de Jesús en San Giorgio Canavese.

El acta de defunción fue firmado por el párroco Severino Verna, el sacristán Juan Bautista Cassulo y un tal Francisco Sacchi.