Allí, Antonio, que aunque había estudiado para delineante, trabajaba en una panadería, además, entró en contacto con los Testigos de Jehová.
Con 19 años, en agosto de 1937 fue llamado para incorporarse al ejército franquista.
Presionado por su madre y su hermana, se personó en el cuartel e incluso vistió el uniforme.
Juzgado por un tribunal militar, se le dio a elegir entre ir al frente o ser fusilado.
Los soldados del piquete de ejecución informaron que, de camino a la ejecución, Antonio, iba cantando alabanzas a Jehová.