Fue amigo inseparable del coronel Ruperto Mier, al igual que él se unió a la revolución iniciada por Miguel Hidalgo y Costilla en 1810 mediante el grito de Dolores.
Tras rendir su informe a los generales insurgentes en Guadalajara y ser severamente apercibidos por el resultado de la batalla.
Irritados por esta situación, Mier y López Merino decidieron solicitar el indulto a Félix María Calleja cuando éste tomó la plaza de Guadalajara, el cual les fue concedido bajo la condición de militar en el ejército realista como soldados rasos.
Logró una victoria importante en Palo Alto (actual municipio de Tecolotlán) al derrotar a una partida numerosa de insurgentes.
Vivió en Valladolid como empleado particular, tras consumarse la independencia ocupó algunos puestos públicos de poca importancia.