Cuando el general Benavides fue ungido como presidente por el Congreso Constituyente, Rodríguez se convirtió en su hombre de confianza.
Enterado de ello, el líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre logró introducir en las sesiones de espiritismo a las que acudía Rodríguez a un médium aprista llamado Manuel Cenzano, para que lo trabajara mentalmente en beneficio del partido.
Pero, para realizar tal propósito, la misma voz le advirtió que precisaba de la ayuda del Partido Aprista.
Al parecer, Rodríguez quedó convencido de ser un predestinado y aunque le era duro pedir ayuda a aquellos a quienes había perseguido, venció toda vanidad y todo egoísmo e inició sus gestiones para entablar contacto con Haya de la Torre.
Rodríguez ocupó Palacio de Gobierno y ante la tropa reunida en el patio se proclamó jefe interino de la República, anunciando una amnistía general, la convocatoria a una Asamblea Constituyente y elecciones libres.
Los demás oficiales comprometidos con el golpe no atinaron a hacer nada y fueron detenidos.
Su régimen se había salvado esta vez, pero comprendió muy bien que era contraproducente mantenerse en el poder.