Tras su muerte, en 1933, fue dirigido por Luis Alberto Flores Medina y devino en partido abiertamente fascista.
[2] Sin un programa político claramente definido, el militar Luis Sánchez Cerro llegó a la presidencia del Perú por la vía de las elecciones en 1931.
Estas medidas fueron avaladas por los miembros del partido (llamados “urristas” por las siglas UR), quienes las justificaron como necesarias para "salvar el orden de la nación".
Tras su muerte, la UR sufrió una escisión y se formó el "Partido Nacionalista", liderado por Clemente Revilla, que apoyó al gobierno del sucesor de Sánchez Cerro, el general Óscar R. Benavides.
Flores, quien radicalizó la propuesta de la Unión Revolucionaria y lo convirtió en un partido plenamente fascista.
También tenían cierta presencia en algunos sindicatos, aunque estos estaban mayormente identificados con el APRA.
Era común por esos años verlos entrenar en Lima, en la playa La Herradura, o en las fincas de Limatambo en la periferia de la capital peruana, preparándose para el “combate” contra los apristas, a quienes llamaban despectivamente “aprocomunistas” o “búfalos”.
Los postulados de la UR combinaban proteccionismo económico con el apoyo a una reforma agraria "gradual" y no completa, mientras propugnaban leyes sociales en favor de los trabajadores, combinando estos postulados con un marcado desprecio hacia la democracia representativa y una fuerte tendencia al autoritarismo.
Luis Alberto Flores Medina y otros dirigentes del partido fueron deportados a Chile.
Rodríguez ocupó Palacio de Gobierno y ante la tropa reunida en el patio se proclamó jefe interino de la República, anunciando una amnistía general, la convocatoria a una Asamblea Constituyente y elecciones libres.
Los demás oficiales comprometidos con el golpe no atinaron a hacer nada y fueron detenidos.
Flores logró ser elegido como senador por el departamento de Piura en 1946 y posteriormente manifestó su apoyo a la dictadura del general Manuel Odría.