El término "aprendizaje implícito" fue sugerido por primera vez por Arthur Reber,[1] quién utilizó un paradigma experimental en el que se pidió a los participantes (estudiantes universitarios) memorizar cadenas de letras generadas por una gramática artificial de estado finito.
Posteriormente, se les informó a los participantes que las cadenas de letras fueron generadas por un conjunto de reglas y les pidió discriminar entre nuevas instancias gramaticales y no gramaticales.
Datos generados con otros arreglos experimentales han permitido a los investigadores atribuir cierta generalidad al fenómeno del aprendizaje implícito.
Jiménez y Méndez, 1999; Shanks y Johnstone, 1999) en la cual se presentan puntos luminosos en diferentes posiciones de la pantalla de un ordenador y se pide a los participantes digitar determinadas teclas sistemáticamente correlacionadas con la posición de los puntos, se ha observado una reducción importante en la latencia de las respuestas y un pobre desempeño en la descripción del patrón de correlaciones entre los puntos y las teclas digitadas.
A este respecto se ha aportado cierta evidencia empírica en experimentos en los que se pide a los participantes que además de discriminar entre instancias gramaticales y no gramaticales, indiquen las partes de las instancias no gramaticales que consideran incorrectas (Perruchet, Pacteau y Gallego, 1997; Perruchet, Vinter y Gallego, 1997).