Años después, en 1990, dos periodistas e investigadores extranjeros, los alemanes Rudibert Kunz y Rolf-Dieter Müller, en su obra Giftgas gegen Abd El Krim: Deutschland, Spanien und der Gaskrieg in Spanisch-Marokko, 1922-1927 –Gas venenoso contra Abd el-Krim: Alemania, España y la guerra del gas en el Marruecos español, 1922-1927–, aportaron indicios de lo que había ocurrido en la región rebelde.
El historiador británico Sebastian Balfour, de la London School of Economics, en su libro Deadly Embrace –Abrazo mortal–, confirma el empleo masivo de armas químicas en tierras rifeñas.
Balfour, que ha estudiado numerosos archivos españoles, franceses y británicos, sostiene que la estrategia de los militares españoles se basaba en escoger zonas muy pobladas del Rif para lanzar las bombas tóxicas.
La campaña de África es el fracaso total, absoluto, sin atenuantes, del ejército español».
A pesar de que enunciaba numerosos errores militares, no se pudo establecer responsabilidad política de la derrota debido a los obstáculos planteados por varios ministros y jueces.
La opinión popular culpó ampliamente al rey Alfonso XIII, que, según varias fuentes, había alentado al general Manuel Fernández Silvestre a penetrar irresponsablemente en posiciones lejanas a Melilla, sin poseer defensas suficientes en retaguardia.
Hasta entonces incluso se rendían honores militares, como sucedió a la muerte del jefe rifeño El Mizzian.