[1] Como resultado, las casas y edificios tradicionalistas chilenos se ajustaron a las condiciones naturales locales.
Por ejemplo, se empezó a utilizar el adobe como material de construcción, se agrandaron los espesores de los muros, en cuanto a la altura esta empieza a ser más humilde, y así nace el estilo tradicional chileno de formas macizas, paredes anchas y techos bajos.
Todo este sistema permitió que soportara de manera efectiva a los sismos.
[5] Las columnas fuertes y las vigas débiles se utilizan ampliamente en los edificios chilenos.
Según las marcas en las piedras, en su mayoría se rompen en una forma determinada en lugar de cortarlas.
Tradicionalmente poseían una forma oblonga y una base bastante ovalada, el piso era de tierra y su estructura interna se armaba con troncos, mientras que para el revestimiento exterior, se utilizaba paja, fibras de junco, coirón o totora, los cuales servían de aislante térmico y protección frente a las lluvias.
En el extremo superior, se colgaba un tronco horizontal que funcionaba como caballete o cumbre y, a una altura de uno o dos metros, se encajaba una solera que servía de apoyo.
En cada caso, las uniones eran reforzadas con amarres de cuerdas vegetales trenzadas o enroscadas que cubrían las maderas por completo.
El resultado exterior se asemejaba de cierta manera a la ruca mapuche, aunque su dimensión era más reducida.
La irrupción del imperio español en Chile significó para la naciente nación importantes avances desde el punto de vista técnico, tecnológico, estético y urbanístico.
Hubo una importación de la tradición arquitectónica española hacia Chile, más claramente expresada en los edificios que representaban al poder administrativo y clerical, pero también la misma permeó a la arquitectura residencial de todas las castas sociales.
Una importación tecnológica fue el uso de la teja, como un elemento innovador en el recubrimiento superior de la vivienda, vivienda que pasó a estar hecha en adobe, usualmente con un patio central, y pasillos que comunicaban interiormente cada espacio habitacional.
Introdujo edificios de mampostería nuevos y técnicamente más complejos,[13] situándose en una época de transición entre estilos propiamente coloniales y nuevos estilos que estaban emergiendo por entonces.
Estas iglesias están construidas con materiales para resistir el clima oceánico húmedo y lluvioso del archipiélago de Chiloé.
Dirigió e impartió personalmente cursos profesionales a arquitectos hasta su muerte en 1855.
La industria minera del salitre prosperó desde ese punto hasta el colapso de los precios del salitre debido al desarrollo de alternativas sintéticas durante la Primera Guerra Mundial.
Durante este período, muchas familias hicieron fortunas en los sectores de la minería, el transporte marítimo y la banca.
A fines del siglo XIX llegaron todavía más arquitectos extranjeros.
[18] Muchas viviendas de familias acaudaladas en este auge económico llegaron a ser conocidas comúnmente como palacios.
En este contexto el modernismo encontró todavía más justificación y campo fértil para su puesta en escena respecto a las tradiciones arquitectónicas del período anterior, sirviendo a las crecientes necesidades habitacionales de una población vulnerable que aumentaba en las periferias, y en la inserción de distritos industriales.
Se citan como ejemplos a la Unidad Vecinal Portales, la Unidad Vecinal Providencia, la Remodelación San Borja o las Torres de Tajamar, construidas durante las décadas de 1950 y 1960.
En este tramo final la modernidad llevó sus principios originales al extremo práctico, consagrándose la presencia del estilo internacional en la construcción de la Torre Santa María, rascacielos que se transformó en el edificio más alto de Chile entre 1980 y 1994.
En el plano arquitectónico se denota un cansancio de los principios modernos, por lo cual irrumpen nuevos estilos que, o bien pretenden recuperar el esteticismo evocando al desarrollo tecnológico vigente, caso del high-tech, o bien recurren a la retrospectiva en la búsqueda de recuperar la estética y fundirla en la modernidad estructural, caso del posmodernismo.
Algunos estilos anteriores que subyacían a la modernidad también adquieren un nuevo empuje y por ende su continuidad desde el período anterior, como es el caso del brutalismo, un estilo de extrema expresividad en la búsqueda de utópicos estructurales junto a una manifiesta aspereza y/o desnudez material.
[21] Esta solución evitó que fueran trasladados a suelos más económicos pero alejados de los servicios, mantuvo el tejido social, y permitió que las familias pudieran expandir y terminar su vivienda en otro momento según su propia evolución económica y con más metros cuadrados potenciales que en un proyecto social convencional, conduciendo dicho diseño el por dónde ha de darse dicha expansión.
[22] Aravena se convirtió en el primer arquitecto chileno en ganar el 41° Premio Pritzker de Arquitectura en 2016 debido a su trayectoria.
[23][24] Desde el punto de vista urbanístico, y especialmente en las metrópolis, se produce una importante dicotomía urbana: por un lado, en el suburbio se desarrolla con gran fuerza la vivienda seriada de baja densidad, esto en todas las clases sociales, pero especialmente como expresión tangible de las emergentes clases medias, mientras que por el otro lado en los centros urbanos se masifica la vivienda en apartamentos, acogiendo grandes densidades humanas.