Su procedencia no es segura, aunque el propio DRAE y Corominas señalan el origen prerromano en bargĭna.
El aire es húmedo con abundante nubosidad y las precipitaciones son frecuentes en todas las estaciones del año, alcanzando una media anual en torno a los mil doscientos milímetros, con escasos valores excepcionales a lo largo del año.
[5] Posiblemente el origen del caserío sea bastante anterior, ya que, en esta época, el lugar cuenta con todo lo necesario para suponerle una actividad agroganadera estable: Casas, hórreos, bodegas, establos, pajares, cuartos de aperos, prados, pastos, aguas, tierras y pomares; además de constituir una verdadera célula económica, a saber: comunidad social con territorio y órgano rector propio, integrada en la demarcación jurisdiccional del Alfoz de Cabuérniga.
La vega, delimitada por la margen derecha del río Saja y las estribaciones del collado de Barcenillas, se dedica a las mieses, repartidas en hazas abiertas, donde se mezclan los cultivos de cereal con los frutales y alguna viña.
[7] En el siglo XIV, algunos huertos se transladan del interior de la aldea a espacios más amplios, a la vez que diversas áreas dentro de las mieses se especializan en un solo cultivo.
Este entra en Cabuérniga con mil quinientos hombres con armas, carros y bestias para afianzar su dominio sobre el territorio, consumándose así la transformación de una sociedad de campesinos pobres y libres en otra que pende del poder señorial.
[7] Coincidiendo con estos cambios, o quizás con anterioridad, la decania de Barcenillas con una ermita dependiente del priorato de Santa Olalla, pasa a conformar una parroquia autónoma asistida por un clérigo fijo designado por Cardeña.
Estas se destinan cada vez más claramente al cultivo al cereal, que hasta el siglo XVII se limitará a la escanda, el mijo, la cebada, el centeno y en menor medida otras plantas como el lino.
[7] El empleo temporal fuera de la aldea y el comercio con Castilla suponen un importante complemento a la economía local.
[9] Sin embargo, los vecinos de Barcenillas sufren la voráz presión fiscal de los Duques del Infantado y año a año la pobreza desemboca en miseria y esta alimenta el descontento.
Las ordenanzas se redactan y aprueban ese mismo año en la Junta General celebrada en Valle.
Los prados, muchas veces cerrados sobre sí, ocupan la superficie que ocupaban los cereales desaparecidos y, con las muevas roturaciones, se incrementa la extensión de los invernales y praderías, beneficiando a la cabaña vacuna.
Sin embargo todas estas mejoras no solucionan los problemas del campesinado, que sigue sufriendo fuertes impuestos.
[9] Hasta bien entrado el siglo XVII y XVIII las prácticas religiosas se basaban más en costumbres y supersticiones que en los mandatos de la iglesia, cuya doctrina poco o nada se conocía.
El bautismo no se había extendido y la gente, reticente a casarse ante un sacerdote, solía hacerlo según el derecho Romano.