Según la tradición vinculada a la hagiografía de San Francisco de Paula, la venerada como beata solo podría convertirse en santa cuando el cadáver custodiado en el santuario, falsamente considerado como su cuerpo, estirase la pierna derecha, la cual se halla flexionada y casi cruzada sobre la izquierda.
[1] Las reliquias, reducidas a un esqueleto y fechadas probablemente en la primera mitad del siglo iv, se encuentran resguardadas en una estatua yacente elaborada en cera; esta figura representa a una joven de rasgos delicados, escasa esbeltez y baja estatura, hallándose acostada sobre un colchón en la usual pose de dormitio.
La imagen luce una lujosa túnica confeccionada en seda de damasco en tono marfil con un leve tinte rosa.
Este detalle radica en el buen estado en el que se encuentran los huesos de los pies, resguardados en unas típicas sandalias romanas y protegidos por una tela blanca.
El brazo derecho, extendido por encima del torso, sostiene en la mano, cubierta por un guante de malla plateado, una palma achaparrada, tal vez tallada en madera.
Por su parte, el brazo izquierdo reposa al lado del cuerpo portando un anillo con una perla en el dedo anular.
[1] Por su parte, la figura yacente que protege los huesos fue elaborada en Roma, lugar donde existían talleres especializados en este tipo de imágenes.
[14][15] La práctica de ocultar los huesos en estatuas y de mejorar el aspecto de los cadáveres con coberturas céreas ha llevado a creer equivocadamente que estos cuerpos se hallan incorruptos o momificados, destacando en este aspecto ciertos corposantos así como varios cadáveres de santos y beatos conocidos, tanto los que están cubiertos de cera como los preservados con otros materiales: San Florencio en Orizaba (México),[15] Santa Inocencia en Guadalajara (México),[16] San Aprio en Roma (Italia), San Silvano en Dubrovnik (Croacia),[17] San Pascual Baylón en Villarreal (España), Santa María Goretti en Nettuno (Italia) y, más recientemente, el beato Carlo Acutis en Asís (Italia).
En la parte alta, en el borde donde se halla el cierre, destacan tres sellos intactos, uno en el centro y los otros en los extremos, cada uno con uno escudo eclesial ilegible.