Fundamentalmente seguía un modelo francés, debido a su vinculación con la monarquía francesa y contaba con un canciller (normalmente un alto eclesiástico que era miembro del Consejo Real), un vicecanciller, varios notarios y escribanos.
En las ordenanzas de 1413 promulgadas por Carlos III se disponía que «el canciller —al que auxiliaban algunos clérigos— o el vicecanciller asistieran a las audiencias del tribunal de la Cort.
Al año siguiente se perdió tal derecho el año siguiente que sería recuperado nuevamente en 1370 de la mano de Juan Cruzat.
Fue víctima de los amotinados en París durante la Grande Jacquerie (1358) que arrojaron su cadáver al Sena.
Le sucedieron Pedro Bourgeois, Roberto Porte y Juan de Hannecourt, también franceses.