[4] En este momento el fortín curaco estaba bajo las órdenes del subteniente Tristán Plaza, quien contaba con apenas 45 hombres:[5] La reyerta se extendió hasta bien entrada la mañana, fue encarnizada y cuerpo a cuerpo.
[2] Hubo momento en que el centinela creyó percibir cerca de sí un ligero ruido.
Escuchó atentamente, se inclinó hacia adelante tratando de percibir al través de las densas tinieblas el objeto que pudiera producir aquel leve, insólito sonido, pero nada no vio ni oyó -me habré engañado, se dijo-.
Sin embargo, prosiguió poniendo atención y reteniendo el aliento, luego, el ruido se repitió de nuevo, más distinto y cercano, semejante al roce de un reptil que se arrastra por la yerba.
El ruido cesó como por encanto; pero inmediatamente se dejaron oír en diversas direcciones silenciosos y callados; '¡ya!..., ¡ya!..., ¡ya!...
Vencidos ya al fin y deshechos, habiendo sufrido bajas considerables, y no dando todavía muestras de desfallecer la valerosa guarnición, a pesar de las sensibles pérdidas que también había experimentado, juzgaron prudente retirarse a respetable distancia del fuerte, guarecidos por el monte.