Señala Vicuña Mackenna:“La acogida que el comprometido vecindario de Chillán había hecho al ejército revolucionario no era del todo lisonjera.
En el Pueblo Viejo nos vitoreaban; i nos arrojaban flores; pero al pisar la ciudad nueva, la mayor parte de las casas estaban cerradas i silenciosas”[1]El general Cruz, a su llegada a Chillán, dirigió una proclama[1]:¡Conciudadanos!
El egoísmo i la corrupción habían desnaturalizado el noble espíritu de la revolución consumada por nuestros padres; la justicia i la libertad reclamada por los pueblos se estrellaban contra la tiranía que degradaba la República; pero al fin, la opinión se ha alzado imponente, ha llamado en su defensa a sus antiguos guerreros, i con ellos me veis ya en marcha contra los opresores de la patria, resuelto a libertarla o a morir por ella.
El entusiasmo con que habéis recibido al ejército Restaurador, i vuestra heroica cooperación para salvar la república, me hacen recordar el nuevo ardor con que en otro tiempo combatíais los mismos principios.
Esta coincidencia feliz parece preparada por una providencia protectora de vuestros destinos.
Un solo paso nos queda que dar para asegurar el éxito de vuestros sacrificios.
Vamos a presurosos al campo de batalla: aquellos de nuestros hermanos que han sido arrastrados por la violencia a las filas enemigas, al divisar nuestros pendones, volarán a abrazarnos, i nunca será más feliz que al estrecharlos en su corazón, vuestro antiguo amigo.
Una compañía de rifleros norteamericanos, enganchados en Talcahuano había sido agregada a esta arma.
Mediante una maniobra de engaño, Bulnes se movió hacia la cordillera y mandó un destacamento de caballería para distraer al enemigo que lo esperaba en la orilla sur del río Ñuble.
A la una de la tarde ambos ejércitos estaban listos para iniciar la acción.
A las seis de la tarde ambos ejércitos estaban acampados en completa tranquilidad.