El elemento sensacionalista de las historias relacionadas con estos violentos marginados, llamados en la época "guapos", entregados al robo por asalto o sin él, al secuestro, al contrabando y la extorsión, suscitaba la curiosidad social y era de naturaleza tan espectacular que no tardó en ser explotado por los corrales de comedias.
En un auto sacramental calderoniano, el personaje alegórico de La Culpa aparece "vestida a lo bandolero, con capa gascona, montera, charpa y pistolas" en lo alto de una montaña.
Por afán de novedad y para ganar espectacularidad en su exotismo, las comedias de bandoleros se fueron ubicando cada vez más en muy distintos lugares: en Aragón (El amor bandolero, La dama del olivar y Las tres justicias en una), en Segovia (El tejedor de Alarcón) o en Portugal (El bandolero Solposto).
Según Víctor Dixon (2006),[2] la fórmula de este género menor fue creada, en germen al menos, por Lope de Vega en su comedia Antonio Roca, inspirada en un personaje real que murió ajusticiado en 1546 por orden del Rey.
La Ilustración criticó este tipo de comedias porque escenificaban delitos, ensalzaban a los delincuentes y promovían la rebeldía y la burla ante la autoridad del despotismo ilustrado.