La idea de Georges Pompidou, «es necesario adaptar las ciudades al coche», comienza a ser abandonada.
Pero en la época el tranvía no pasaba por su mejor momento: en la memoria de la opinión pública aún se encuentra el recuerdo de los viejos tranvías atiborrados, lentos y por vías estropeadas, desgastadas y peligrosas.
Ninguno de los ayuntamientos cuestionados se manifestó en relación con el resultado del concurso.
Nantes, donde el viejo tranvía desaparecido en 1958, era llamado «el peligro amarillo»[1] sería la primera ciudad en lanzarse a la aventura.
Pero dos años más tarde con la puesta en servicio de la infraestructura, los nanteses fueron rápidamente conquistados por el tranvía, que tuvo un gran éxito.
En pocos años la utilización del transporte público aumentó un 50% en el centro de la ciudad.
Tras Estrasburgo otras ciudades se lanzaron, como Orleans, Montpellier y Lyon, que inauguró dos líneas de una vez.
[3] Por su parte, París e Île-de-France han comenzado a equiparse algo más tarde.
El material rodante desarrollado por Alstom es una evolución del Tranvía Estándar Francés que ganó el concurso.