Estos territorios habían estado bajo el dominio español durante casi dos siglos, y su pérdida fue percibida como un duro golpe para el prestigio nacional.
[3] En 1717, con el resurgimiento de España como potencia militar y las ambiciones del rey Felipe V por recuperar la supremacía sobre Italia y el mar Mediterráneo, el resto de las potencias europeas, Gran Bretaña, Francia y el Sacro Imperio contemplaron ceder Sicilia al emperador Carlos VI, lo que disgustó a España, que deseaba recuperar la isla.
[4] En este contexto, y con el arresto en Milán del inquisidor general español José Molines por los austriacos, Felipe V obtuvo el casus belli que buscaba.
La última plaza cayó el 30 de octubre, y la victoria española fue total.
[7] La reacción inicial del Sacro Imperio a la invasión fue limitada, puesto que todos sus recursos se estaban dedicando a la Guerra austro-turca (1716-1718), y el comandante supremo austriaco, Eugenio de Saboya, quería evitar una gran guerra con España en Italia.