Ya en 1794 el papa Pío VI, en su bula Auctorem Fidei, había defendido, contra algunas proposiones jansenistas, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
[1] Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser: y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno de nosotros espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro sacratísimo Corazón.
Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón sagrado.
Conceded, oh Señor incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgar a todos los pueblos la tranquilidad en el orden: haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos.
Así sea.Pío X en 1906 mandó que esa consagración se renovase anualmente en todas las parroquias en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, ante el Santísimo expuesto.