[1] Afirmado el dominio español en el continente americano, se procedió a organizar los territorios.
[2] Formado el cuerpo empezaron a controlar en forma monopolística junto con el de Sevilla el comercio entre la Nueva España y Europa,[2] para lo cual podían recurrir a la fuerza pública del reino, excluir a los comerciantes que no demostraran cierta capacidad económica básica y pasaran una especie de examen sobre las leyes que le eran propias al gremio.
[3] El Funcionamiento del Consulado era simple, en el caso del comercio exterior, los únicos lugares donde podían comerciar los agremiados de México eran los puertos de Manila y Sevilla, controlados por consulados a su vez, en el comercio simple y diario, una persona podía comerciar directamente en estos o por medio de un representante legalmente nombrado, el cual podía tener contrato con varios comerciantes, se comerciaba solo con los miembros del consulado del lugar, terminadas las transacciones, el pago se hacía en efectivo con moneda resellada, en diversas formas siempre se prohibió el intercambio en especie, en especial en polvo de oro y cartas de crédito ya que eran fácilmente falsificables.
[2] Luego el comerciante o representante debía comprar el flete para sus mercaderías, con las dos flotas que tenían permitido ese trabajo, la Flota de Filipinas (conocida mejor como la Nao de China) para la ruta Manila – San Francisco – Acapulco, o la Flota de Indias para la ruta Veracruz – Habana - Canarias – Sevilla.
Es así como la mercancía llegaba a los mercados de los Consulados, que recibían el nombre de Parián, en estos parianes los comerciantes podían vender al menudeo o mayoreo sus mercancías, sin restricciones en el valor agregado a su mercancía, lo que en muchas ocasiones se negociaba entre ellos para mantener altos los precios.