Fernando I contaba con una frágil salud que incluía crisis epilépticas y capacidades intelectuales limitadas.
A ello se unía una fisionomía con un desarrollo desproporcionado de la cabeza frente al resto del cuerpo.
La coronación se llevó a cabo de acuerdo con un ceremonial publicado previamente.
Después se dijo una misa solemne a la que siguió la coronación propiamente dicha.
Se acuñaron distintas monedas conmemorativas[1][2][3] y para ser tiradas al público asistente durante la procesión.