Cortes de Guadalajara de 1390

Según el canciller López de Ayala, el monarca había proyectado abdicar en su hijo, Enrique, y así se lo comunicó a su consejo, que lo disuadió de sus pretensiones.

[3]​ Así mismo, los procuradores se quejaron de que «las Iglesias del Regno eran mal servidas» por los numerosos clérigos extranjeros que estaban a su cargo.

En su consecuencia, solicitaban «omes Clérigos naturales, e suficientes personas para servir».

[2]​ La protesta se saldó con el envío de embajadores a Roma para exigir al Papa que los beneficios eclesiásticos fueran concedidos a los castellanos.

[3]​ Tras la reunión de las Cortes, Juan I se desplazó hasta Brihuega.