La creencia en Dios, su opuesto -la increencia-, los distintos grados entre ambas,[2] y las distintas formas de tal creencia, son un tema central del pensamiento.
En él confluyen la teología, la filosofía o la antropología.
El ateísmo niega la creencia en la existencia de Dios y el agnosticismo niega el conocimiento de tal existencia (o incluso la posibilidad misma de tal conocimiento).
Las distintas religiones no son tanto diferentes formas o propuestas de creencia en Dios[4] como cuerpos doctrinales que orientan la vida y que en consecuencia generan un modo de actuar.
[5] Se han buscado razones biológicas, psicológicas y sociológicas para explicar la prevalencia de la creencia en Dios en la población en general, así como las diferencias entre distintos grupos humanos y a lo largo de la historia.