Dicha isla mitológica fue tragada por el mar y se perdió para siempre.
Desde este último posicionamiento es interesante entrever, tal y como hace explícito J. O. Thompson, la interpretación que realiza Platón de la constitución ateniense atribuyéndosela a la Atenas prehelénica.
[1] Del mismo modo procedería con las correspondientes lacedemonia o persa, fuente desde la que nos describiría la Atlántida.
Debido a la estrecha unión del Critias con el Timeo, su autenticidad no se ha puesto en duda, considerándose cronológicamente posterior, y sugiriendo como teoría explicativa de su abrupta interrupción el inicio de su siguiente diálogo, Leyes, o bien a su carácter intencional.
Siguiendo inicialmente a H. Herter y K. Gaiser respecto de la relación existente entre la Atenas prehelénica y El Político, se pueden establecer las siguientes diferencias:[2][3][4][5] En conclusión, comparando los datos establecidos y teniendo en cuenta los planteamientos filosófico-históricos de Platón, se deduce que: Esta decadencia solamente es interrumpida por el Demiurgo, justo en el momento en que el Universo se disuelve en la polaridad opuesta a la Unidad, es decir, en la Diferencia.
Sin embargo, Critias solicita a Sócrates mayor benevolencia pues el paso de lo divino a lo humano, así como su dificultad intrínseca, entrañan un incremento en el juicio del auditorio, al estar más familiarizado.
Tras recordar que el tiempo transcurrido desde que estalló la guerra entre la Atenas primigenia y el imperio Atlántida fue de 9000 años, Critias anuncia su descripción de los órdenes políticos imperantes entonces en ambas fuerzas enfrentadas, comenzando por Ática.
La tradición de dicha humanidad primigenia se ha perdido debido a la destrucción paulatina de sus herederos y al tiempo transcurrido, conservándose sus nombres sin sus hechos correlativos, tal y como fueron nombrados por los sacerdotes a Solón: Cécrope, Erecteo, Erictonio, Erisictón.
Destacaba además por la gran calidad de la tierra así como por la consecuente cantidad en su producción agrícola y ganadera.
Las casas en las que habitaban hallaban el orden y la semejanza de estado entre sus inmediatos descendientes.
Su centro, a su vez, era ocupado por una llana montaña distante cincuenta estadios del océano.
Al crecer y disponer en edad la posibilidad de encontrar pretendiente, sus padres fallecieron.
[14] En la numerosa estirpe de Atlas siempre se transmitía la monarquía desde el representante más anciano al mayor en la línea sucesoria, permitiendo así su preservación a lo largo del tiempo.
En todos los emplazamientos, y debido a ello, resaltaba en número la raza de los elefantes, al ser el animal más grande y el que en mayor medida se alimenta.
Todo lo fragante era bien representado por la naturaleza: raíces, follaje, madera, jugos florales o frutales destilados.
Tras dicha extracción levantaron dársenas huecas dobles en su interior siendo su techo de idéntico material.
Se consideraba el lugar donde fue originado y engendrado todo el linaje real, siendo que anualmente se enviaban como tributo y ofrenda desde las diez regiones del imperio los frutos de la estación.
Existía a su vez un altar acorde en grandeza y excelencia al templo anteriormente descrito.
Su ubicación independiente así como su amplia extensión permitía a los caballos expresar libremente su naturaleza.
Los astilleros contenían trirremes y diversas embarcaciones en gran número, además de todo lo necesario para que la navegación fuera posible.
Distinta era la distribución en los nueve reinos restantes, lo que conllevaría un tiempo excesivo en su relato y descripción.
El gobierno del imperio Atlántida estaba regido por los diez reyes, quienes regulaban y aplicaban las leyes sobre la población de hombres de cada reino, incluyendo el castigo y la muerte si así era requerido.
A efectos de libar sobre las llamas recogían sangre de la crátera a partir de fuentes doradas, jurando juzgar según las leyes otorgadas por Poseidón y obedecer solo a aquel que así las administrara, castigando tanto lo que fuere infringido en el pasado como lo que se premeditara intencionadamente en el futuro.
Una vez se hubiese apagado el fuego que circundaba el templo, procedían a juzgarse mutuamente, transcribiéndose los juicios en una tablilla de oro al amanecer, la cual utilizaban de ofrenda junto a las vestimentas.
Durante muchas generaciones obedecieron las leyes divinas, siendo así por su correspondencia entre el dios y su propia naturaleza.
[20] Sin embargo, Plutarco, en su Vida de Solón menciona como motivo del carácter inconcluso del Critias no «otras preocupaciones», como el mismo Platón concreta,[23] sino «su avanzada edad», aunque parece ser más una conjetura que una evidencia.