La independencia de las colonias británicas, francesas y holandesas en Asia poco después de 1945 tuvo poco efecto inmediato en el Congo Belga, pero en las Naciones Unidas aumentó la presión sobre Bélgica (así como otras potencias coloniales) para conceder autonomía a los territorios coloniales.
Una excepción notable fue el joven rey Balduino de Bélgica, que había sucedido a su padre, el rey Leopoldo III, en circunstancias políticas dramáticas el año 1951, cuando Leopoldo III se vio obligado a abdicar.
[1] Advirtiendo los deberes que le imponía su cargo, Balduino se interesó mucho en el Congo Belga.
Al mismo tiempo, las divisivas cuestiones ideológicas y lingüísticas en Bélgica entre Flandes y Valonia, que hasta ahora habían sido mantenidas con éxito fuera de los asuntos de la colonia, comenzaron a afectar también al Congo.
Hasta entonces, el francés había sido promovido de facto como el idioma colonial único que se enseñaba a los pueblos nativos del Congo para comunicarse con la metrópoli.
Al mismo tiempo, muchos belgas residentes en el Congo se opusieron a la independencia, sintiéndose traicionados por el gobierno de Bruselas.
En su discurso, Balduino dijo que el gobierno belga trabajaría por la independencia del Congo, sin demora ni "temeridad irresponsable".
En enero de 1960, los líderes políticos congoleños fueron invitados a Bruselas para participar en la Mesa Redonda Belgo-Congolesa para discutir la independencia.