La Edad Moderna es el periodo de la historia, en España, que tradicionalmente abarca desde el año 1492 hasta la invasión napoleónica y la consecuente Guerra de la Independencia (1808-1814), cuando se introdujeron los ideales revolucionarios que acabarán con el Antiguo Régimen dando comienzo a la Edad Contemporánea.
Sin embargo, a lo largo de esta época se producirá una evolución en los factores característicos de la sociedad cántabra, pudiéndose desglosar la Edad Moderna en tres grandes fases coincidentes con los tres siglos que la integran: XVI, XVII y XVIII.
Sociedad en la que el individuo se veía supeditado a los intereses de la comunidad y en la que el paternalismo emanaba desde las propias familias, unidad básica del entramado social; en su seno se establecía una rígida jerarquización presidida por el varón cabeza de familia a quien se supeditaban por orden descendente los demás miembros, ocupando el último escalafón mujeres y niños.
Un espacio rural, agrario y señorial en el que contrastaban las villas marineras, limitada presencia del mundo urbano que sufrirá una aguda crisis económica y demográfica en el tránsito del siglo XVI al XVII.
Su tráfico mercantil se había resentido ya por la competencia de los puertos vascos desde la posición privilegiada que les otorgaba sus cartas forales, iniciada a finales del medievo y confirmada ahora con la creación del Consulado marítimo de Bilbao (1511).
Lejos de conseguir un órgano similar, el comercio cántabro se vio supeditado al Consulado instalado en Burgos desde 1494.
Si el trasiego comercial se redujo al cabotaje, el monopolio pesquero era amenazado por nuevos puertos.
Si la popularización de alubias, pimientos, tomates y patatas en Cantabria fue posterior, el maíz se expandió mucho antes con importantes consecuencias.
Desde comienzos del XVII penetra desde la costa hacia el interior, potenciando relevantes transformaciones en la economía rural.
Acondicionado con facilidad, desplazó a la deficitaria producción de unos cereales (trigo, mijo, cebada o centeno) mal adaptados al clima del cantábrico, incrementando la productividad de los terrazgos gracias a su integración las actividades agropecuarias.
Crecimiento desigualmente repartido, favoreciendo áreas costeras y valles en detrimento del interior montañoso.
Fabricaban instrumentos de trabajos y menajes hogareños elaborados con técnicas tradicionales: azadas, dalles, horcones, rastrillas, albarcas, cuévanos, carretas, redes para la pesca.
Ente aquellos artesanos destacaron por su prestigio los maestros canteros (principalmente de Trasmiera), quienes imprimieron su huella en la arquitectura española edificada durante los siglos modernos.
Economía eminentemente agraria, estaba desde el siglo XVII orientada hacia el cultivo del maíz, no obstante algunas peculiaridades comarcales.
Si Liébana destacaba por la implantación de la vid, en Campoo se mantenían los cereales tradicionales (trigo, cebada, centeno), mientras que en el Pas predominaban praderías y pastos ganaderos.
En definitiva una novedosa vertebración del tejido social de la ciudad, que arrumbaba con el tradicional marco feudal para configurar un nuevo mundo burgués.
El vertiginoso crecimiento de este tránsito mercantil impulsó tanto la expansión urbana y demográfica (de 2500 a 5000 habitantes en cincuenta años), como su diversificación social gracias a las nuevas actividades desarrolladas alrededor del puerto.
Así, la falta de unidad política y administrativa se mostraría cada vez más como un obstáculo para el progreso.
Esta evidencia impulsará, a lo largo del siglo XVIII, distintas y contradictorias iniciativas encaminadas a superar aquella situación: por un lado proyectos unificadores planteados desde ámbitos tradicionales en defensa de sus seculares privilegios frente al creciente poder del Estado; por el otro el afán de la burguesía santanderina en expansión por estructurar un territorio que sustentara la nueva economía mercantil.
Las ordenanzas aprobadas en 1727, nunca sancionadas por la corona, pretendían regular el territorio comprendido por el Corregimiento de las Cuatro Villas, pero el proyecto no llegó a cuajar.
Aun así, muchos periódicos exhibieron en sus cabeceras el nombre de cántabro o Cantabria.
Las graves carencias educacionales, estructurales y comunicativas constituirán serios obstáculos en la senda de una mejor integración regional.