Edgar Zollinger llegó a Guatemala proveniente de Inglaterra, en donde había conocido a los hijos del respetado ciudadano quetzalteco Juan Aparicio en el Brighton College de Sussex.
Estos lo invitaron a Guatemala ya que en ese tiempo Zollinger estaba en una delicada situación económica; al llegar a Guatemala trabajó como administrador de la finca Chuvá, propiedad de Juan Aparicio en Costa Cuca, Quetzaltenango.
[1] La sociedad quetzalteca solicitó al presidente Reina Barrios que reconsiderara y éste finalmente accedió, ordenando a su ministro de Gobernación, el también quetzalteco Manuel Estrada Cabrera que enviara un telegrama suspendiendo el fusilamiento.
Cuando iba caminando por la quinta avenida, de regreso al Palacio Presidencial, salió a su paso Zollinger y después de saludar al Presidente muy cordialmente en inglés, le disparó a quemarropa, matándolo en el acto.
[8] Tras el asesinato del presidente, el periodista Flavio Guillén, redactor de los primeros tres números de La Ley -periódico independiente que apoyaba a José León Castillo en las elecciones presidenciales que convocó el presidente interino Estrada Cabrera- describió así a Zollinger, a quien llama Oscar Solinger porque al momento en que escribió el artículo todavía no estaba clara la identidad del asesino: «Oscar Solinger: misterioso, impasible, sombrío, en la mano el revólver homicida, el triunfo en todo el ademán, se abre paso a nuestra historia por la desusada puerta del crimen heroico.
¿Es cierto que ante el criminal fusilamiento de Juan Aparicio juró vengar la iniquidad cometida en su generoso patrón...?
De prócer estatura, altanero el continente, agraciado el rostro, no impresiona mal.