Murillo no pintaba casi nunca este tipo de asuntos religiosos.
Aquí se puede ver un estilo más colorista que en su primera etapa, influenciado en este caso por Rubens y Ribera.
En el centro y dominando el cuadro se ve a San Andrés en su cruz de aspa.
En este caso, el perro se gira hacia su amo, sin importarle nada la escena que están presenciando.
En todo el cuadro hay una atmósfera especial, técnica que el pintor adoptó en sus últimos años.