La sociedad en México estaba repleta de superficialidades, ha vivido sin preocupación del pecado.
El país da la impresión que ha abandonado sus tradiciones; y el dominio de la fantasía se extiende.
Otra manera de entretenimiento bastante frecuente era ir a ver la lucha entre animales entre: osos, toros, leones, elefantes y gallos, por mencionar ejemplos.
En las calles se tocaba música por organilleros, había tal multitud de músicos, que se le pidió a la autoridad tomar cartas en el asunto por la cantidad de ruido que había.
El Gran Teatro Nacional atrajo al público hasta su demolición, en 1900 y si no hubo motines por eso fue por la promesa de hacer lo que hoy conocemos como el Palacio de Bellas Artes, que la revolución mexicana dejó inconcluso.
Popo-Park era a principios del siglo XX un lugar de gran moda para elegantes excursiones.
En épocas posteriores el compositor Salvador Flores Rivera inmortalizó la costumbre con su canción Vámonos al parque, Céfira.
[4] Por todo el territorio proliferaron las tertulias literarias y las reuniones en torno a una tasa de café.
Hubo además inicios cinematográficos, entre estos estaba “El viaje del presidente Porfirio Díaz a Mérida”.
Porfirio Díaz impidió que el diputado José López Portillo y Rojas las suprimiera.
En el teatro estaban de moda las tandas del Principal, a las que asisten las clases altas y en las que se llena al público no solo con la música jacarandosa, sino con el sainete alegre y divertido.
Durante su gobierno el General Manuel González Flores tomó medidas en contra de los apostadores, pues no solo se prohibieron las loterías sino que también las rifas mayores a cinco pesos debían de tener previa autorización del ministerio.
Entre los directores del Jockey Club se encontraban: Manuel Romero Rubio, José Yves Limantour; gente cercana a Porfirio Díaz.
Por doquier había arcos florales, banderas, calandrias; cada ventana adornada con colores brocados, ricas colgaduras.
Estados Unidos, Brasil, Argentina, Persia, España, Francia entre otros, asistieron e incluso dieron regalos al gobierno mexicano, que no escatimó en gastos de hospedaje, transporte y alimentación para sus visitantes.
Todos estos gastos parecían insultantes ante la realidad que se vivía por la desigualdad social, y no solo por esto.
Ocho meses después se estaría yendo a Francia por motivo de su destierro.