La región más castigada por sus robos fue Castilla y León, donde la inmensa riqueza patrimonial de las nueve provincias que la componen, estaba en muchas ocasiones desprotegida por la despoblación de los núcleos rurales y su misma dispersión.
Al parecer Erik utilizaba bandas locales a las que encomendaba los robos.
Otras veces compraba las obras directamente negociando con sacerdotes u obispos, como Abilio del Campo y de la Bárcena.
Todos ellos pueblos de Palencia, Valladolid, Burgos, Zamora y Soria.
José María Leminyana y Alfaro, párroco, hizo todo lo posible para que se recuperara lo robado.