Sus padres contrajeron matrimonio en la ciudad de Guimarães en 1191, aunque en 1194 dicho matrimonio fue anulado por el papa Celestino III y los dos cónyuges se separaron.
Los tres hijos nacidos de su matrimonio siguieron siendo considerados legítimos.
Dispuso además el nuevo soberano portugués que en las fortalezas que pertenecían a sus hermanas, la infanta Sancha y la reina Teresa de Portugal, ya separada del rey Alfonso IX, deberían instalarse alcaides designados por el monarca, y ambas hermanas deberían pagar tributo a la Corona, incumpliendo de ese modo las mandas testamentarias del difunto Sancho I de Portugal, lo que provocó que ambas hermanas se refugiaran en Montemor-o-Velho con el propósito de oponerse a los planes de su hermano.
El papa Inocencio III respaldó a los prelados portugueses, que se oponían a las reformas impuestas por su nuevo soberano, y ordenó al arzobispo de Santiago de Compostela, y a los obispos de Zamora, Astorga, Guarda y Lisboa que, bajo amenazas eclesiásticas, obligasen al monarca lusitano a respetar el testamento de su difunto padre.
Sobre el sepulcro, en el que no se halla inscripción alguna, se encuentra colocada la estatua yacente que le representa con aspecto juvenil.