[6] Según estos movimientos, Europa debería poseer su propio ejército para aprovechar la oportunidad de aumentar el valor añadido en su defensa y, sobre todo, garantizar la autonomía estratégica de la Unión Europea respecto actores externos como la OTAN o Estados Unidos,[7] de los cuales la Unión depende en algunos aspectos (como la disuasión frente a Rusia, potencial agresor y desestabilizador).
Esta dependencia, considerada negativa,[8] provoca que la Unión pierda soberanía y en consecuencia, siga las decisiones que toma Estados Unidos sobre cuestiones militares internacionales (como la evacuación de Afganistán de 2021).
órgano que tiene la potestad para aprobar resoluciones vinculantes en el ámbito de la seguridad en las Naciones Unidas.
Específicamente, el concepto cuenta con tres dimensiones: política (estrategia), operativa (capacidades) o industrial (equipos).
[23] Este enfoque ha ganado terreno tras el Brexit mientras la UE buscaba una respuesta a la relativa crisis del multilateralismo, la creciente competencia entre China y Estados Unidos, el potencial agitador de Rusia y los diversos conflictos latentes en la vecindad de la UE.
«Estamos entrando en una nueva era de hipercompetitividad», dijo, y sugirió que Europa se convierta en «un jugador global más activo».
[27] Por su parte, en el ámbito industrial, el objetivo del gobierno alemán es preservar sus tecnologías críticas nacionales y aumentarlas mediante la cooperación europea al respecto.
[28] En consecuencia, estos países ven necesario aumentar la autonomía estratégica de la UE porque complementa –no sustituye– a su propia capacidad nacional.
[29] Sin embargo las relaciones estratégicas e industriales que Alemania y Francia mantienen bilateralmente con dicho país podrían permitir al Reino Unido continuar estando presente en la defensa europea.
Así, entre febrero y marzo se sucedieron diferentes versiones del texto tomando en cuenta las medidas en materia de defensa presentadas por la Comisión Europea a mediados de febrero.
Adicionalmente varios acontecimientos internacionales —en particular la invasión rusa de Ucrania— afectaron el acuerdo final aprobado por los líderes europeos en marzo.