Los primeros meses fueron favorables para los godos ya que consiguieron llegar, casi sin oposición, cerca de Milán, la capital imperial donde vivía Honorio.
Tras el retorno del ejército comandado por Estilicón, se libraron dos batallas en Pollenzo y Verona con resultado favorable a las armas romanas.
Estos temores no serían infundados ya que Italia sufrió, en pocos años, nuevas invasiones.
[4] Sin embargo, la emperatriz Elia Eudoxia pudo maniobrar hábilmente y consiguió ser nombrada Augusta.
[4] Aglutinó, entonces, a varios personajes importantes de la corte en lo que se podría llamar un «partido anti-bárbaro».
Mientras tanto, Gainas, demostró ser un gobernante torpe ya que enseguida se enfrentó al senado y a Juan, el patriarca de Constantinopla.
[4] Al ver que el sentimiento anti-godo dentro de la ciudad se hacía cada vez más fuerte, decidió —en julio del 400— abandonarla discretamente junto a sus seguidores godos aunque la población cerró las puertas y masacró a los que no pudieron salir.
[5] Parece ser que, al ver el destino de Gainas y sus godos que servían en el ejército oriental así como la colaboración de los hunos para acabar con ellos, Alarico decidió abandonar el Imperio oriental y entrar en la mitad occidental para obligar a Honorio a que les asignase un territorio donde asentar a su pueblo.
[9] En él, los godos obtuvieron una fácil victoria y pudieron avanzar sin oposición hasta Aquilea.
[9] Las tropas romanas cruzaron los pasos alpinos en pleno invierno y al llegar al río Adda, Estilicón decidió no perder tiempo en un enfrentamiento contra los godos que protegían su puente por lo que su ejército los bordeó y atravesó el río a nado.
[12] En su marcha, Alarico detuvo al ejército a la altura de Verona, una ciudad desde donde partía la ruta hacia el paso alpino del Brennero.
La victoria romana fue inicialmente recibida con alegría entre la población y Honorio acudió a Roma para celebrar un triunfo en compañía de su general.
[13] Debido al peligro que había sufrido la corte imperial en Milán, se decidió cambiar la capital a la más segura ciudad de Rávena, situada en la costa adriática y una de las bases navales del Imperio.