Los herederos de las mismas y nuevos grupos con recursos que se habían desarrollado en el comercio también participaron en esta transformación.
[5] Durante el porfiriato (1876-1911) el henequén, gracias a las increíbles ventas anuales era considerado “el oro verde”.
[6] Las 20 o 30 más poderosas se denominaron la casta divina, apodo que ellas mismas hicieron suyo.
Sus propiedades eran auténticas ciudades de las cuales sus trabajadores nunca salían y donde llegó a circular moneda propia.
Prácticamente hasta principios del siglo XX, Yucatán fue el único productor de henequén en el mundo.
[7] Se calcula que hacia 1900 había 1,170 haciendas, de las cuales existen 400, la mayoría en ruina.
En las haciendas los trabajadores se dividían en dos clases sociales: jornaleros y asalariados o peones.
En 1900, la creación del motor de combustión interna Daimler-Mercedes, marcó el inicio de fin del henequén como la fibra dura de mayor uso en el mundo: las grandes cuerdas resistentes que se usaban en la industria del transporte tenían contados sus días, pronto ni barcos, ni coches las requerirían: el viento dejó su lugar como energético al motor y las velas con sus grandes cuerdas cayeron en desuso.
Para defenderse de la debacle, los banqueros de Nueva York encabezados por J. P. Morgan crearon la International Harvester Company, monopolio que fusionó a las cordelerías estadounidenses y en la que participaron algunos hacendados yucatecos, como Olegario Molina.
La situación se volvió grave porque el préstamo significó la mitad del capital social de ambas instituciones que, ante la intervención del secretario de Hacienda, José Yves Limantour, se fusionaron para formar el "Banco Peninsular Mexicano".
Así como cambió de estancia ganadera a henequenera, la hacienda evolucionó en su imagen y estilo: pasó de la sencillez arquitectónica colonial a la rebuscada “francesa”, es decir, neoclásica, que impactó notablemente al panorama mexicano en el periodo del porfiriato y que se dejó sentir también en Yucatán, tanto en Mérida, como en el interior y en la arquitectura hacendaria.
En las haciendas henequeneras yucatecas se puede descubrir tanto corrientes arquitectónicas coloniales, como otras más universales, por ejemplo la renacentista, barroca, neoclásica e incluso medieval; sin embargo, adecuadas en todos los casos, con cualidades regionales y autónomas.