Helena Lumbreras

[3]​ Regresó a España, y fue miembro destacada del Colectivo Cine de Clase.

Su relación con la izquierda cultural italiana la llevó a conocer al director de cine Pier Paolo Pasolini, con quien trabajó como ayudante de dirección, experiencia que repetiría con autores como Federico Fellini (Satyricon), Cesare Zavattini, Gillo Pontecorvo o Francesco Rosi.

Según Eloy Domínguez, este documental "invoca el espíritu democrático de la Segunda República, apelando a las futuras generaciones a recoger el testigo de aquella experiencia democrática".

[3]​ El colectivo se dedicará al cine militante realizado en la clandestinidad en plena época franquista.

[10]​ Como recuerda Llorenç Soler: "Las películas del Colectivo pregonaban su convencimiento de que ética y estética eran inseparables".

[4]​ Buena parte de la fragmentación narrativa se debe a la técnica utilizada: una cámara Bólex Paillard que funcionaba con manecilla y que reducía la longitud del plan a un máximo de quince o veinte segundos.

Mientras iban rodando mostraban el material rodado a los campesinos para que lo comentaran, de tal manera que la película se convirtió en una obra colectiva y pedagógica, tal como ya habían hecho las Misiones Pedagógicas o el teatro ambulante de La Barraca durante la Segunda República y tal como habían hecho los rusos en veinte con los "cine-trenes" de Aleksandr Medvedkin y Dziga Vertov.

[11]​[6]​ La película se pudo ver gracias a La Central del Curt, la distribuidora clandestina fundada por Josep Miquel Martí i Rom y Joan Martí Vals a principio de la década de los setenta.

[5]​ También rodaron A la vuelta del grito (1977), donde se plantea como funciona el sistema capitalista y cuál es el futuro que espera en la clase obrera si no se cambian las relaciones político-económicas.

[4]​ El colectivo se disolvió el 1978 coincidido con el comienzo del desmantelamiento del movimiento obrero de base que se produjo en los primeros años de la transición, una transición que la misma Lumbreras veía con malos ojos: "Puede decirse que la Transición fue un éxito a nivel político, pero desde luego representó uno auténtico desastre social, acelerando la implantación en España del capitalismo salvaje".