Se sabe que había un culto a Hipólito en la ciudad de Trecén, lugar donde transcurre la acción de la tragedia y en el que se practicaban ritos y había templos en su honor.
La primera de ellas fue rechazada por el público, porque en ella Fedra, de manera indecorosa, quería a toda costa poseer al casto Hipólito, y empleaba todas las artes.
Cuando Fedra declara sus impúdicas intenciones al casto Hipólito, éste se cubre el rostro con un velo, de ahí que se conozca esta obra como Hipólito el velado (Ιππόλυτος Καλυπτόμενος).
Teseo invocó a su padre en el laberinto de Creta, en un apuro camino de Trecén y aún le quedaba un deseo para que su padre lo cumpliera.
La nodriza se lo cuenta a Fedra, que, despechada y desesperada, se ahorca, pero ha dejado una tablilla escrita en la que acusa a Hipólito de haberla seducido.
Se desespera y, llevado por la rabia, invoca a Poseidón: Hipólito es acusado por su padre.
Teseo, no obstante, destierra a Hipólito, que parte en un carro.
Al final de la obra, Artemisa dice que Hipólito sufrió su martirio Nada hay más injusto y nada más blasfemo contra los dioses.
Ya no está claro que la fidelidad a los dioses traiga como consecuencia una vida serena.