Cuando María Francisca, la hija mayor del rey José I, sucedió a su padre como vigésimo séptima monarca portuguesa, se convirtió en la primera Reina reinante de un país que tenía 650 años de existencia y se encontraba en plena decadencia económica y social.
Todo este proceso político se ha conocido como la Viradeira, y marcó el fin del Antiguo Régimen.
De esta guerra lo más destacado fue que Olivenza pasó a integrarse en el territorio español.
Sin embargo, Francia estaba ansiosa por romper con la Alianza Luso-Británica, para cerrar los puertos portugueses a los comerciantes ingleses.
Consecuentemente, los franceses firmaron varios tratados internacionales (Madrid (1801), Fontainebleau (1807)) en los que se aceptaba una invasión de Portugal con España (que recobraría el territorio perdido en 1640 cuando terminó la unión dinástica aeque principaliter[4] con los demás reinos españoles.
Los franceses fueron autorizados a abandonar el país con los productos de los saqueos hechos en Portugal.
La convención benefició a ambas partes, ya que los ejércitos de Junot que no podían comunicarse con Francia fueron autorizados a abandonar el país, y los británicos y portugueses recuperaron el control sobre Lisboa.
Con este armisticio Francia ganó algo de tiempo, invadiendo Portugal por segunda vez un año más tarde.
Se enfrentaron a las tropas luso-británicas en la Batalla de Buçaco, perdiéndola pero reagrupándose rápidamente.
Con la inestabilidad en España y la abdicación del rey, las colonias españolas en Hispanoamérica declararon su independencia, creando un tenso clima en Brasil.
Con este cambio, la antigua colonia podía comercial libremente con otras naciones europeas, lo cual dañaba los intereses económicos portugueses y beneficiaba a Gran Bretaña principalmente (ya que el país era gobernado por William Beresford en ausencia de la Familia Real, que se encontraba en Río de Janeiro).
Por otro lado, el rey Juan VI había mostrado poco interés en regresar a Europa.
Dos años antes, Manuel Fernandes Tomás, José Ferreira Borges, José da Silva Carvalho y João Ferreira Viana, habían fundado el Sinédrio, una organización liberal clandestina, que sería la organizadora de la revolución.
Los revolucionarios solicitaban el retorno de la corte real a Portugal, "restaurar la dignidad metropolitana" y demandaban una Monarquía constitucional.
Para hacer cumplir lo decretado en Cortes, se enviaron tropas al Brasil y las unidades brasileñas fueron puestas bajo las órdenes de comandantes portugueses.
Su decisión se debía a la petición de las ciudades brasileñas, argumentando que su marcha podría provocar movimientos secesionistas.
Intentando repetir su triunfo en Minas Geraisl, Pedro acudió a São Paulo en agosto para asegurarse su lealtad.
Sin embargo, cuatro años más tarde se convirtió en Príncipe Regente, debido a la enfermedad mental de la Reina María I y en 1816 se convirtió en Rey, tras morir su madre durante su estancia en Río de Janeiro.
Cuando regresó a Portugal tras la Revolución liberal de Oporto, el país había proclamado su primera constitución, por la que se establecía una monarquía constitucional.
La reina se opuso y, junto con su hijo Miguel, que compartía su punto de vista, organizó una insurgencia contra la constitución liberal.
Durante su reinado, Juan promovió las artes (especialmente la literatura), el comercio y la agricultura, pero habiendo sido forzado a volver a Europa y tras las conspiraciones palaciegas agravadas por la independencia de Brasil, fue deprimiéndose hasta su muerte, poco después de la Abrilada en 1826.
Como la niña sólo tenía 7 años, arregló un matrimonio entre su hija y su hermano Miguel, que estaba exiliado en Viena.
Miguel intentó obtener el beneplácito internacional, pero no lo obtuvo debido a las presiones del Reino Unido.
Durante su corto reinado, sólo los Estados Unidos y México lo reconocieron como rey.
Miles de idealistas liberales fueron asesinados, arrestados u obligados a exiliarse en España.
Los liberales pudieron ocupar Lisboa, haciendo posible que Pedro repeliese el asedio miguelino a Oporto.
A finales de 1833, María II fue proclamada reina reinante, y Pedro se convirtió en su regente.
Su primera acción fue confiscar la propiedad de todos los que habían apoyado a Miguel.
También suprimió todas las órdenes religiosas y confiscó sus propiedades, en un acto que quebró las buenas relaciones con los Estados Pontificios durante 8 años hasta 1841.
Los liberales ocuparon las principales ciudades, Lisboa y Oporto, donde recibieron un apoyo importante de las clases medias.