El augusto sacrificio del altar, pues, no es una mera conmemoración vacía de la pasión y muerte de Jesucristo, sino un verdadero y propio acto de sacrificio, por el cual el Sumo Sacerdote, mediante una inmolación incruenta, se ofrece a sí mismo como víctima aceptabilísima al Padre Eterno, tal como lo hizo en la cruz.
[3] Los presbíteros, aunque no posean el grado más alto del sacerdocio, y aunque dependan de los obispos en el ejercicio de su potestad, sin embargo están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal.
La conciencia de esta realidad arroja una cierta luz sobre el carácter y el significado del sacerdote celebrante que, al confeccionar el santo Sacrificio y actuar in persona Christi, es sacramentalmente (e inefablemente) introducido en aquella santidad profundísima, y hecho parte de ella, vinculando espiritualmente con ella a su vez a todos los que participan en la asamblea eucarística.
En efecto, el ministerio de la Iglesia es conferido por un sacramento especial"[7] Celebrando la Misa Crismal del Jueves Santo con los sacerdotes de Roma, el Papa Benedicto XVI dijo que los sacerdotes deben prepararse a fondo para celebrar la Misa y administrar los sacramentos, recordando que actúan en la persona de Cristo.
1009 El cambio en el Derecho Canónico introducido por Omnium in mentem resolvió una discrepancia entre la aplicabilidad de in persona Christi Capitis ("en la persona de Cristo Cabeza") tanto a diáconos como a sacerdotes y obispos.
Con el nuevo motu proprio, in persona Christi Capitis se aplica sólo a sacerdotes y obispos.
Cuando un sacerdote luterano ofrece el sacramento de la Santa Absolución, actúa in persona Christi.