Apresado y condenado a cadena perpetua en 1809, cumplió nueve años de su pena en cárceles de Cádiz y Barcelona, hasta que fue liberado durante una revuelta popular, en 1820.
De regresó a su patria, se enroló en el Ejército Libertador y luchó por la independencia del Perú.
Desde muy joven se dedicó al comercio, logrando amasar una gran fortuna.
Llegó a esta ciudad, hallándola alborotada por la conducta del virrey Santiago Liniers.
Estuvo en dicho presidio cuatro años, dos meses y catorce días.
En mérito a sus servicios se le otorgó la medalla del Ejército Libertador.
Brindó su apoyo al presidente provisorio Luis José de Orbegoso, elegido por dicha asamblea.
Al establecerse la Confederación Perú-Boliviana en 1836, fue nombrado inspector general del ejército.