Con la muerte de Carlos III el conjunto del proyecto quedó inacabado, y el cuadro, previsto para medir siete metros y medio de longitud, quedó en un minucioso apunte.
El cuadro presenta en muy pequeñas dimensiones una gran sensación de espacio, pues en él aparece una gran masa de gente, que corresponde a la algarabía del día festivo.
Todo ello hacía que la obra de su primera época adoptara tonos muy calientes, tostados.
Aquí el resultado es que predominan los oros venecianos, perlas, grises y rosados.
Sin embargo la zona intermedia está resuelta en tonos oscuros, lo que centra la mirada en profundidad, dejando a los personajes del primer plano como un marco.
Asimismo, organiza a su gusto la iluminación, dejando estas cuatro figuras en sombra, para que el contraste de tonos sea mayor.
De hecho, en una carta Goya le comenta a su amigo Martín Zapater que su trabajo en este cuadro lo realiza «con mucho empeño y desazón».