Los estudios técnicos realizados en el Museo del Prado bajo la dirección de Carmen Garrido indican que los cinco retratos ecuestres fueron pintados al mismo tiempo y con la misma preparación.
Posteriormente, y a la vez que Velázquez hacía retoques en la cabeza de la reina y las patas del caballo, otro pintor más paciente añadió los minuciosos bordados del vestido y la gualdrapa, ocultando con ellos partes del caballo que ya habían sido pintadas.
Un detalle muy peculiar de esta obra y de su pareja es que un ángulo inferior (aquí, el derecho) se cortó del lienzo: en su pared del Salón de Reinos estas dos pinturas iban a bloquear dos puertas, y para evitarlo se les cortó esa sección, la cual se fijó a la puerta que tapaba de modo que esta se pudiese abrir.
La figura de la reina está representada de perfil en este caso vistiendo un jubón con estrellas bordadas y una saya bordada en oro con sus armas e iniciales.
Los animales favoritos de Velázquez eran el perro y el caballo, con los que estaba bastante familiarizado por su asistencia a las monterías del rey.