Las mocedades del Cid

Las mocedades del Cid es una obra teatral escrita por Guillén de Castro entre 1605[1]​ y 1615 de carácter histórico-legendario, inspirada en el ciclo de romances sobre el Cid, cuyo tema principal es la gestación del héroe desde su mocedad hasta el máximo encumbramiento como gran guerrero, buen vasallo, perfecto cristiano y amante e hijo ejemplar.

Rodrigo, admirado por la infanta Urraca y doña Jimena, es armado caballero con todos los honores por el rey Fernando I de Castilla.

Diego Laínez pide a su hijo que limpie su honra matando al conde Lozano.

Sin embargo, la influencia de Jimena ante el rey provoca que Rodrigo sea castigado y parte a buscar fortuna ganando batallas ante cuatro reyes moros, que lo reconocen como «mio Cid», esto es «mi señor».

Continúa Jimena pidiendo castigo para el Cid y sus quejas se expresan con los versos del «romance de doña Lambra», plagado de imágenes líricas que comparan al Cid con un gavilán y a ella con una paloma.

Pudo haber, además romances o crónicas que no han llegado hasta nosotros.

[6]​ No parece probable, empero, que Guillén de Castro tuviera acceso al texto del viejo cantar, y pudo conocer estos episodios por haber sido desgajados en romances hoy perdidos o refundiciones posteriores de la gesta que no han llegado hasta nosotros.

Mucho menor es la posible influencia de la épica culta renacentista en la que solo el poema Los hechos del Cid pudo prestar algún elemento, aunque este supuesto está puesto en duda por la crítica más reciente.

[7]​ La génesis de las leyendas desarrolladas en torno a las mocedades o juventud del Cid están atestiguadas al menos desde la segunda mitad del siglo XIII en alusiones al héroe de crónicas medievales que tratan del reinado de Fernando I el Magno desde época alfonsí.

Posteriormente refundido por un clérigo da lugar en 1360 a las Mocedades de Rodrigo, del que conservamos 1164 versos.

La recepción de las mocedades del joven Rodrigo se debe a refundiciones de crónicas impresas en el siglo XVI y al romancero, tanto viejo como nuevo.

Se trataba de colmar las lagunas existentes en la formación y primeros pasos del héroe.

Está dividida en cuatro jornadas y, por las alusiones del texto, había una Primera parte... que dramatizaba la infancia de Rodrigo, la muerte del conde y la victoria sobre cinco reyes moros.

Todas ellas se basan en una mera yuxtaposición de episodios que no llegan a construir una auténtica intriga.

Si Guillén de Castro conoció estas obras debieron servirle como ejemplo para superar.

Corneille reproduce la trama sin apenas cambios, plagiando versos enteros del autor español.

Matiza esta visión Joaquín Casalduero[12]​ para quien «el conflicto entre el amor y honor sirve de base al tema de la obra: lo que cuesta ser noble».

Sebold, por su parte, en un artículo de 1968[14]​ ve la obra como una hagiografía contrarreformista en paralelo constante con el episodio bíblico de David y Goliat y llega a considerar toda la comedia como una reinterpretación «a lo divino» de esta leyenda del Antiguo Testamento (Libro primero de Samuel, 17), basándose en lo axilar del episodio del «gafo» o leproso, que al cabo resulta ser san Lázaro.

No pudiendo amar al matador de su padre, sin embargo, le reconoce que había actuado como pedía el desagravio de su honor y no puede actuar contra él, enamorada como está, pese a su valor.

La obra explicita que si Rodrigo hubiera evitado vengar la humillación recibida por su padre, también habría perdido la estimación y el amor de Jimena.

Corneille, en cambio, hace hincapié en la intriga amorosa y ve al Cid sobre todo como un galán.

[15]​ Sin embargo Sturgis E. Leavitt[16]​ opina que debido a que en esta obra el protagonismo recae en Sancho II y Urraca, perdiendo protagonismo Rodrigo, el título no sería adecuado.

Y también en Guillén de Castro era notable la altura como cortesano político y prudente del Cid, rasgos que se acentúan en la Segunda comedia de las mocedades del Cid.

Por último han de recordarse otros rasgos añadidos al personaje central del drama guilleniano, como son su caracterización «a lo divino» como cristiano ejemplar en la escena del gafo/san Lázaro (v v.

2115-2358), una faceta comprensible en la pía mentalidad de la Contrarreforma, aunque ya desde sus más tempranas representaciones los autores teatrales han tendido a suprimir este episodio como ajeno a la cabal comprensión de la obra.

/ CON LICENCIA, / En Valencia, en la Impresión de Felipe Mey, / junto a San Esteuan.

Entre las representaciones que se han montado de la obra, puede mencionarse la que en el año 1968 se llevó a afecto en el Teatro Español de Madrid, en versión de José García Nieto y José Hierro, dirigida por Miguel Narros e interpretada por Guillermo Marín, Andrés Mejuto, Berta Riaza, Julieta Serrano, José Luis Pellicena, Agustín González, Ana Belén, José María Guillén y Víctor Valverde.

[18]​ Volvió a representarse sobre el mismo escenario 29 años después, en versión dirigida por Gustavo Pérez Puig e interpretada por Juan Carlos Naya, Lola Baldrich, Luis Prendes, Arturo López, Manuel Torremocha, Maruchi León y Ana María Vidal.

Portada de Las mocedades del Cid .
La primera hazaña del Cid obra de Juan Vicens Cots . En ella Rodrigo presenta a su padre Diego Laínez la cabeza del Conde Lozano. El tono de la escena sería inimaginable en el Siglo de Oro.