Las tragedias grotescas

Incluso llega a perder la amistad y el aprecio de sus antiguos correligionarios republicanos españoles al aceptar, presionado por Clementina, una distinción de la reina Isabel II, exiliada en París.

La frase final que pronuncia D. Fausto contemplando el desastre final de la Comuna no sólo redime a un personaje grotesco en casi toda la historia, sino que ofrece un marco de esperanza vital: «La vida, créelo, Nanette, no acaba nunca...

Por otra parte, los acontecimientos históricos que en la primera novela servían sólo de marco externos, ahora aparecen como parte integrante de la acción, especialmente todo lo referido a la preparación, estallido y derrota de la Comuna.

Es más evidente también el trasfondo de crítica social y política sobre el mundo corrompido del Segundo Imperio.

Sin querer establecer comparaciones, esta novela se asemeja a las que sobre ese mismo tema escribieron Maupassant (Bel-Ami, especialmente) o Émile Zola.