Esta estructura del saber tiene como consecuencia que la filosofía y la ciencia sean las disciplinas más valoradas.
El saber se desplazó desde las reuniones cortesanas hasta los salones burgueses, cafés o las instituciones culturales.
Existía además un gran cansancio de la exuberancia ornamental barroca y de su dificultad conceptista; se deseaba mayor claridad y un mayor equilibrio; por eso en Roma nace, contra los excesos culteranos del Marinismo, bajo el impulso que le prestan los críticos Giovanni Mario Crescimbeni y Giovanni Vincenzo Gravina, la Academia de la Arcadia o de los Arcades en 1690, la cual, mediante sus sucursales o coloniae esparcirá por toda Italia el ideal del buen gusto o buon senso y del retorno a la literatura clásica.
En oposición a las monarquías absolutas, Montesquieu defendió las bases del constitucionalismo moderno con la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Aun así algunos intelectuales no abandonaron la investigación desarrollando sus estudios en materias como la astronomía, la matemática o la botánica.
Además difundieron las teorías científicas de Galileo Galilei, Kepler, Linneo o Isaac Newton.
Por otro lado, el pueblo llano, formado por ganaderos, agricultores, funcionarios y marginados, tenía pocos derechos.
Querían volver al esplendor del Siglo de Oro como lengua literaria, pero para ello era necesario desarrollar formas de expresión acordes con las ciencias experimentales europeas, labor que desarrollaron Feijoo, Sarmiento, Mayans, Jovellanos, Forner, Capmany, entre otros.
Se distinguen tres etapas en la literatura española del siglo XVIII: La narrativa es casi inexistente en España durante este período.
La [[Escuela Universalista Española del siglo XVIII]] define la gran corriente, compuesta en buena medida por jesuitas ilustrados y expulsos, en lo que se refiere a estos géneros.
El monje benedictino fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (Orense, 1676-Oviedo, 1764), poseyó una formación aristotélica, aunque su mentalidad era totalmente moderna.
Feijoo veía necesario escribir para sacar a España de su atraso; con este propósito, dio a su obra un carácter didáctico, marcadamente católico, pero con la intención de que las nuevas corrientes empíricas y racionales se arraigasen, al menos en las clases cultas.
Su producción abarca campos muy diversos, como la economía, la política, la astronomía, las matemáticas, la física, la historia, la religión, etc. Su estilo se caracterizó por su sencillez, naturalidad y claridad.
Jovellanos (Gijón, 1744-Puerto de Vega, Asturias, 1811) es probablemente el ensayista español más importante del siglo XVIII.
Jovellanos comenzó escribiendo poesía lírica, con el pastoril nombre (muy común en su época) de Jovino, y con ideales ilustrados.
Curiosamente años más tarde invita en verso a la insurrección de 1808 en el Canto para los astures contra los franceses.
La obra sigue la línea de comedia sentimental, tan admirada en Francia, y su tono es ya prerromántico.
De él se decía que poseía una vasta cultura, enriquecida por sus viajes por Inglaterra, Francia, Alemania e Italia.
Estuvo profundamente enamorado de la actriz María Ignacia Ibáñez, la cual murió muy tempranamente, en 1771, a causa del tifus.
Sin embargo, las Cartas marruecas (1789), publicadas póstumamente, son las que procuran más importancia a la producción literaria de Cadalso.
Desempeñó como jurista, ocupando destinos en Zaragoza, Valladolid y finalmente en Madrid, donde actuó como fiscal del Supremo.
Fue un afrancesado durante la guerra de la Independencia y evitó ser fusilado en Oviedo, pero no tuvo más remedio que exiliarse tras la derrota del ejército francés.
Existen tres tendencias: El teatro adopta las nuevas modas que llegaban de Francia.
La crítica actual considera a Moratín el lírico más destacado del siglo XVIII.
Como autor dramático, escribió únicamente cinco comedias que le procuraron una gran reputación entre la gente ilustrada.
Comenzó escribiendo tragedias de corte neoclásico, rechazando el teatro "desarreglado" que prefería la gente.
Sin embargo, sus necesidades económicas le hicieron acercarse a géneros menos ilustrados pero más aclamados por el público y los actores.
Los personajes de este subgénero teatral son populares (manolas, majos, maridos burlados, albañiles, castañeras, hidalgos arruinados, etc.) y la acción suele desarrollarse en Madrid: La pradera de San Isidro, El Prado por la tarde, El Rastro por la mañana; su final, a veces quiere ser ejemplarizante.
El más famoso de los sainetes es Manolo, sátira del teatro que escribían sus enemigos neoclásicos.
Con su máxima "yo escribo y la verdad me dicta", pudo encontrar en el pueblo una fuente inagotable, la misma que, con mayor profundidad, inspiraría a Francisco de Goya.