El Tercer Concilio Plenario celebrado en 1884 en Baltimore, había recomendado las escuelas parroquiales soslayando la condena de las públicas.
[1] En el crecimiento del catolicismo desempeñaba un papel relevante la inmigración, especialmente irlandesa, belga, alemana e italiana; la atención de los no angloparlante presentaba algunas dificultades.
Contnúa el papa manifestando su aprecio por el pueblo norteamericano y su esperanza en los frutos que puede alcanzar la iglesia en ese país.
Para dar culmen a esa obra el papa consideró conveniente establecer en Norteamérica un Legado Apostólico, manifestando así que ese país está, para el papa, en el mismo lugar y rango que los demás Estados, y reforzar además la unión de los católicos norteamericanos con la Santa Sede.
Por esto, quienes quieran ser ciudadanos honrados y cumplir sus obligaciones pueden encontrar en esos escritos las necesarias normas de comportamiento.
[13] Por esto, debe estar presente en los católicos la preocupación por estos cristianos, y atraerlos con la máxima suavidad y caridad; en esta tarea los seglares pueden ayudar al esfuerzo del clero mediante la probidad de costumbres e integridad de vida.