El matrimonio tuvo, al menos, dos hijos más: Pedro (también poeta) y Luisa.
El ropero García Martín murió en 1587; su viuda procuró estudios y carrera eclesiástica a sus dos hijos varones.
Su moderno editor, Jesús M. Morata, escribía en 1995: “Cuando se lee a Luis Martín, se percibe enseguida ese aire de clasicismo inconfundible y elegante de los mejores poetas andaluces del primer tercio del siglo XVII: tono equilibrado y distante, versos perfectos, estrofas moduladas en construcciones redondas y rotundas.
No me resisto a reproducir unas palabras de Antonio Alatorre sobre esta cuestión.
::::: Brado: “Não me fujais, sombra benina!” ::::Ela, os olhos em mim cum brando pejo, ::::como quem diz que já não pode ser, ::::: torna a fugir-me, e eu, gritando: “Dina...” ::::antes que diga mene, acordo e vejo ::::que nem um breve engano e posso ter.
:::::::::::::: “Vuelve, ingrato -le dice-, y al engaño :::::::::::::con que el honor me quitas no le aumentes :::::::::::::la soledad de estos peñascos fríos.
:::::::::::::: El cielo y tierra, en su funesto ocaso, :::::::::::::cubrió de oscuridad, trocó en abrojos, :::::::::::::el rostro azul, las olorosas flores.