XXVIII, vv. 76-84), considerados por el poeta como los dos mejores de Fano, que fueron asesinados brutalmente por ahogamiento en sacos sellados.
La conquista de Montescudo pronto se convirtió, sin embargo, en un asedio y habiendo sido capturado, fue llevado prisionero a Rímini.
Su ausencia en las acciones militares no detuvo los planes de reconquista familiar, fortalecidos por nuevos acuerdos con la Santa Sede.
La elección del nuevo rector, Pietro Guerra, volvió a dañar la relación entre la iglesia y los Malatestino.
Entregada al rector, la ciudad fue cedida a Montefeltro, pero la revancha malatestiana llegó pocos meses después.
[5] En 1303, como capitano del popolo de Florencia, dirigió a los florentinos contra los exiliados comandados por Scarpetta y los derrotó en Mugello.
Intentó apoderarse de Pistoia, pero fracasó y, por ello, en venganza, arrasó la campiña, regresando a Florencia con un botín muy rico.
Malatestino prosiguió la línea política trazada por su padre, encaminada a mantener fuertes relaciones con la Santa Sede, que por un lado garantizaba un aliado imprescindible en la lucha antigibelina y, por otro, representaba un medio indispensable para la afirmación de los señores de Rimini en el territorio.