Así, desde la propia MaRo hasta su sobrina Marisa, «el apellido Roësset encarna en España la lucha de género, con sus avances y retrocesos».
[3] Su madre Margarita Mosquera se casó muy joven con Eugenio Roësset Liot, ingeniero civil de origen francés que trabajaba en las líneas ferroviarias.
[5] Para ese momento, María tenía 28 años y decidió mudarse fuera del centro de Madrid junto con sus hijos, de 3 y 5 años respectivamente.
Gracias al testimonio directo de su hija Eugenia sabemos que decoró su nueva casa con grandes lienzos de estilo bizantino, en los que cosía cuentas al más puro estilo preciosista de Gustav Klimt, cuyos cuadros probablemente conoció por sus viajes.
Roësset —que comenzó a firmar sus cuadros como MaRo[4]— siguió viajando con sus hijos por Europa, visitando museos, galerías y estudios de ciudades como Múnich, Düsseldorf, Roma, Florencia o Viena —ciudad donde le sorprendió el inicio de la Primera Guerra Mundial—.
[7] Dicho discurso pictórico no implica que María pintase únicamente por afición o exclusivamente retratos sino que plasmaba su propio universo femenino compuesto por sí misma y sus familiares más directas.
Según constatan los expertos, su Autorretrato de cuerpo entero (1912), donado por su hija al Museo del Prado en 1985,[8] es seguramente su obra maestra.
En el catálogo de la muestra se decía:«En él, la autora se pinta como una mujer singular, cuyo rostro posee una gran fuerza expresiva, acentuada por su mirada analítica, profunda y delicada.
Resuelta en un formato pronunciadamente longitudinal, en esta obra puede reconocerse la cultura cosmopolita de la autora, de referentes internacionales vagamente aludidos, como ya notó Alfonso E. Pérez Sánchez (1985b)».
Su rostros concentra todo el impacto visual de la composición, recurso que retoma en otros retratos».